Desde Ara Centro recomendamos este interesante articulo de Rafa Guerrero, director de Darwin Psicólogos ,sobre la educación emocional y de cómo los adultos pueden trabajar y mejorar las emociones de los niños.
La educación emocional es un proceso, es un aprendizaje mediante el cual aprendemos a identificar, a etiquetar, a ser conscientes y a regular nuestras emociones.
– Hay debate sobre qué es los que niños deben aprender en casa y qué es lo que deben aprender en el colegio. ¿Y quién es el encargado de enseñar educación emocional?
Todos somos responsables porque al final se trata de cuidar y de proteger a nuestros niños. No creo que debamos caer en el error de dividir las distintas partes del cuerpo de un niño o las distintas funciones del desarrollo de un niño por personas o por ámbitos. ‘Yo me encargo de las cabezas y tú de los pies. Yo me encargo del corazón y tú del riñón’. Es decir, hablamos de niños, de adolescentes, en definitiva, de personas y de un desarrollo integral. Esto es algo que tenemos que hacer todos y que tenemos que remar en la misma línea. Sí que es cierto que, para mí, la raíz de todo está en casa. Pero eso no quita para que profesores, maestros, docentes y la sociedad en general, también tengan que ir en la misma dirección. El nacimiento de la educación emocional está en casa.
– Con los futuros docentes de la escuela has impartido el taller ‘Educación emocional en la Educación Infantil». ¿Por qué es imprescindible que el docente se forme en la parte emocional?
Me parece que es fundamental, y la respuesta nos la da la propia evolución. Las personas siempre vamos con la bandera de que somos seres racionales y no somos seres sociales, y es cierto, pero es que antes de ser seres racionales fuimos seres emocionales.
Esto es como construir un edificio, lo que no podemos pretender es empezar construyendo el ático, porque para llegar a esta parte tendremos que empezar por la base y por los cimientos del edificio. Y los cimientos de una persona son su parte más instintiva y su parte más emocional. Esto nos lo demuestra la evolución y el desarrollo evolutivo. En el desarrollo evolutivo nos encontramos con que lo primero que aparece en nosotros, ya en el período prenatal, son las emociones. No somos seres pensantes, ni racionales, ni seres ejecutivos en el vientre materno, pero sí que somos seres emocionales. Antes de razonar, de pensar y de ser críticos, tendremos que sentir emociones y tendremos que aprender a gestionar esas emociones.
– Desde el punto de vista del educador, ¿qué se puede hacer para que los niños sean empáticos y sensibles?
Lo mejor para que un niño sea empático es que tú te muestres empático con él. Muchas veces pensamos que es en base a la práctica, es decir, uno aprende matemáticas y las tablas de multiplicar a base de repetir de forma constante y de práctica, pero es cierto que algunas habilidades más complejas, como son las emocionales, se aprende sintiéndolas y no repitiendo. Como dice Pepa Horno: “Uno no aprende a amar amando, sino que uno aprende a amar sintiéndose amado”.
– Cuando se habla de controlar las emociones, esto lleva implícita una repuesta. ¿Al final lo que se enseña a gestionar es la respuesta y no tanto la emoción?
Efectivamente. Si tú a mi me tratas mal, es inevitable que yo sienta rabia. No puedo evitar sentir rabia porque me estás tratando mal, me estás tratando de manera injusta porque yo no he hecho nada y no me merezco que tú me trates mal. Es inevitable que me sienta rabioso, pero lo que sí que puedo hacer es un ejercicio que se aprende, de regulación y control, para no tratarte mal a ti también.
Lo que no podemos hacer es controlar, extirpar, inhibir las emociones, y lo que debemos aprender es a gestionar la conducta social de la emoción. No consiste en que nuestros hijos no sientan rabia, ni dejen de sentir tristeza, celos o alegría, porque no queremos que dejen de sentir esas emociones, aunque sean desagradables, y lo que sí que queremos es enseñarles a gestionar esas emociones. La emoción de rabia me parece legítima, normal, me parece sana aunque sea desagradable, pero lo que no me parece bien es que insultes, pegues o me faltes al respeto. Yo lo que sí puedo trabajar contigo es la conducta asociada a tu rabia.
– El tipo de apego que desarrollamos con nuestra figura de referencia durante la infancia tiene cierta influencia en la vida como adultos, ¿por qué es tan importante desarrollar un vínculo de apego seguro durante la infancia?
En función de lo que hayamos vivido y de cómo nos hayan tratado, nosotros tratamos. El adulto (padre, madre, profesor) que trata mal a su entorno (mujer, marido, hijos, jefe, empleados) es muy probable que no haya sido bien tratado en su infancia. Esto no se hereda genéticamente, pero es algo transgeneracional y que se va trasladando de manera muy sutil en cómo nos vamos relacionando con los niños. La manera en la que nuestros padres se han vinculado con nosotros cuando éramos pequeños, es la manera en la que yo me voy a vincular con los demás. En un 70-80% de las ocasiones, el apego que tiene el niño de un año, edad en la que podemos decir que ya hay un apego concreto, es la manera en que se va a vincular con su entorno el día de mañana -cuando sea adulto-. Por eso los primeros años de vida son esenciales.
– ¿El no haber establecido un vínculo íntimo con los padres tiene consecuencias?
Siempre. No hay nada que les salga gratis a los padres. El que tú hayas trabajado la empatía con tu hijo, su autoestima, su educación, sus modales, su concentración, es decir, todo va a tener sus consecuencias. El no trabajarlo también tiene sus consecuencias.
Vivimos en una sociedad adulta, es decir, creada por y para el adulto, donde en muchos casos se ignora y se maltrata a nuestros niños.
– ¿El trabajo excesivo de lo anteriormente mencionado puede llevar a los padres una sobreprotección sobre sus hijos? ¿Cómo pueden identificar que los están sobreprotegiendo y cómo podrían dejar de hacerlo?
Darte cuenta de que tú estás sobreprotegiendo no es tarea sencilla. Uno sobreprotege con su mejor intención. Que un padre o una madre sobreproteja a su hijo o hija no es negligente, sino todo lo contrario, está muy motivado e implicado con su hijo. Si que nos podemos dar cuenta más fácilmente de esto cuando existe por ejemplo una sobrealimentación sobre el niño, pero cuando entran en juego las emociones es más complicado. No es fácil verlo.
Cuando vemos que a nuestros hijos les da miedo hacer determinadas cosas, o que no confían en sí mismos, es posible que estemos ante un caso de sobreprotección. Lo importante aquí es el miedo del adulto, porque digamos que en la sobreprotección lo que ocurre es que el adulto conecta tanto con sus miedos que no llega a cubrir las necesidades del niño. ¿Qué podemos hacer? Lo fundamental es la consciencia del padre o de la madre. Es decir, que se dé cuenta de que las cosas más allá de hacerlas con buena intención le dan miedo. Ser conscientes es lo que nos va a permitir salir de esa actitud sobreprotectora.
– ¿Cuántos fracasos se pueden atribuir a una mala gestión de las emociones?
Te diría que todos, porque todas las problemáticas que tenemos en nuestra sociedad se deben [la raíz], o por lo menos hay parte de raíz que se deben a lo emocional. Podemos hablar de muchas cosas aquí. Por ejemplo, y bajo mi punto de vista, la violencia machista tiene mucho de emoción y hay una gestión muy definitoria del miedo. Si hablamos de adicciones, la que sea que uno de pueda imaginar, tiene que ver con lo emocional, con autoestima baja, pobre capacidad de control y mala gestión del miedo y la rabia. Trabajar el mundo emocional y el mundo del vínculo y de la relación es fundamental y no le damos la importancia que tiene porque estamos muy centrados en las notas.
En las notas, por ejemplo, nos encontramos que los resultados son por debajo de lo que cabría esperar y así nos lo dicen los padres. ‘No, es que podría ser mucho más’, pero es que lo mismo ha suspendido cinco. Uno de los motivos por los que ha suspendido cinco es por algo de contenido emocional, como puede ser una situación de bullying, una separación de sus padres o tiene un TADH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad).
– Para los padres y personas que estén leyendo la entrevista, ¿qué se puede hacer para mejorar la educación emocional? ¿Cuáles serían tus consejos o pasos a seguir para trabajar la parte emocional con sus hijos o los niños?
Lo que podemos hacer para regular mejor las emociones de los niños es empezar por nosotros. Es decir, yo no voy a poder darle a mi hijo lo que yo no tengo. Me parece fundamental que, para ayudar a mi hijo, primero me tengo que ayudar a mí y cuidarme yo. Tengo que ver hasta qué punto estoy en disposición de enseñarle a educar sus emociones y a ser emocionalmente inteligente.
– Por último, ¿qué opinión te merece que una Escuela de Negocios como eserp business & law school haya apostado por incorporar a su oferta formativa el Grado en Educación Infantil y que, además, potencie esta formación con talleres especializados de manera mensual? Creo que es una idea fantástica y así se lo he traslado a los responsables. Felicito a eserp por esta apuesta. Es cierto que eserp tiene una trayectoria más dirigida al marketing y a la empresa que a la educación infantil, pero me parece una apuesta muy valiente y os doy todo mi apoyo. El hecho de que espero lleve a cabo estos talleres de especialización, que son actividades complementarias a lo los alumnos y alumnas van viendo en el Grado, me parece fundamental. La formación es imprescindible.