Para alcanzar una rutina saludable y duradera tras las Navidades, en lugar de cambiar todo de golpe, es preciso planificar qué se hará y qué no. Después de las fiestas de Navidad, muchas personas quieren volver a la normalidad o incluso ir más allá: alcanzar una rutina saludable. Por desgracia, esas situaciones no se consiguen de un día para otro y requieren de esfuerzo y planificación a fin de que no se queden en simples propósitos. No se puede pretender cambiar todo de golpe, en especial cuando se viene de una realidad navideña que, con mucha probabilidad, habrá estado alejada de unos hábitos saludables. Entonces, ¿Cómo mejorar? ¿Qué hacer? ¿Qué no hacer? En este artículo se dan todas las claves.
No hay que pagarla con los alimentos saludables
En primer lugar, no hay que dejarse arrastrar por la precipitación y empezar a eliminar o cambiar cosas de manera injustificada. Muchas veces se tienen identificados alimentos como malsanos o que «engordan», cuando en realidad no es así. Por ejemplo, hay casos de campañas publicitarias recientes que se han centrado en las uvas, catalogando como «atracón» al hecho de haber despedido el año con 12 uvas. ¿De verdad las uvas son el problema de la Navidad?
Estas iniciativas solo confunden y suman ruido al injustificado odio que se tiene a la fruta. Es una pena ver que, muchas veces, los alimentos saludables son, precisamente, los que tienen mitos a su alrededor: fruta, patata, legumbres, frutos secos… Y se acaba pagando con ellos.
Los verdaderos culpables de una mala dieta no son esos, sino los productos ultraprocesados como dulces, galletas, bollería, embutidos y bebidas alcohólicas. Se debe empezar por ahí.
Confiar en productos adelgazantes: otro error recurrente
La excesiva prisa por cambiar el estado nutricional hace que muchas veces se acabe optando por las seductoras «soluciones» de productos adelgazantes.
Por supuesto, en búsqueda de estos atajos inexistentes, muchas personas pagan un precio muy alto. No se deben valorar los productos o «dietas milagro» solo como una pérdida de tiempo, esfuerzo o dinero; también se debe considerar que, durante todo ese tiempo desperdiciado, la salud se sigue resintiendo a merced de los malos hábitos y que se tarda, por tanto, en reaccionar.
Esta premisa ya no solo es aplicable a productos, suplementos o complementos; también se podría trasladar a alimentos como los supuestos «alimentos milagro». Aunque comprar alimentos siempre es una opción mucho más inteligente y práctica que adquirir productos adelgazantes, no es conveniente crearse expectativas irreales y creer que con ello todo el problema está solucionado. Comprar quinoa, kale, semillas de chía, lino… puede estar muy bien, pues son opciones de moda muy saludables e interesantes. Pero es necesario saber que comer estos alimentos no van a compensar o ni siquiera amortiguar los efectos de un patrón dietético que no haya sido saludable tiempo atrás.
Cambiar el enfoque: es mejor «quitar» que «añadir» Piénselo detenidamente. Si su alimentación está mal diseñada y esto le ha llevado a una situación de pérdida de salud, hay algo en ella que no está bien, algo que la convierte en malsana. Tiene, por tanto, más sentido preguntarse qué debemos cambiar de la dieta actual, en lugar de qué nuevo producto se debe adquirir.
No por añadir algo nuevo mejorará drásticamente la dieta. Por el contrario, sí mejorará en gran medida si se elimina lo malsano.
La mayor contribución del agua en las comidas es no beber refrescos.
La mayor contribución de la fruta como postre es no tomarse un postre azucarado.
La mayor contribución de unos frutos secos entre horas es no comer un dulce.
Evaluar qué cambios dietéticos actuales es más importante cambiar.
En este sentido, y para mantener todo lo comentado, una forma eficiente de empezar el año nuevo volviendo a la realidad sería valorar las siguientes cuestiones: ¿Qué añadir? ¿¿Qué reducir? ¿Cómo de dañino es ese hábito? ¿con qué frecuencia lo realizo en mi rutina? y ¿Cómo mantener ese cambio a largo plazo?
Recuerde que la adherencia es fundamental para el éxito de la instauración de unos buenos hábitos. No cambie todo a la vez e intente identificar qué parte de su alimentación de hoy es prioritaria modificar. Para algunas personas puede ser cambiar su desayuno; para otra, preparar el táper para el trabajo o quizás una familia mejora modificando sus postres.
Nadie mejor que usted puede identificarlo. Y, por supuesto, si necesita ayuda, nada mejor que enfocar el año del modo correcto contando con el apoyo de un dietista-nutricionista.